Segunda de abono

José Antonio Lavado, la raza de un nuevo torero malagueño

El de Benamocarra mostró su garra en una tarde en la que José Garrido cortó la única oreja y en la que David de Miranda resultó cogido tras una buena actuación

Daniel Herrera

La vida da muchas vueltas, y lo que hoy es negro, mañana puede serlo de color de rosas. Y viceversa. De eso entiende mucho José Antonio Lavado, un nuevo matador de toros malagueño. A lo largo de su carrera, pasó de ser considerado un niño prodigio a que algunos quisieran retirarlo.

LA CORRIDA | SEGUNDA DE ABONO

La plaza de La Malagueta registró dos tercios de entrada en tarde calurosa. Se lidiaron seis toros de Pallarés, bien presentados y de pobre juego. José Garrido: estocada (oreja), cuatro pinchazos, estocada baja y descabello (silencio tras aviso), y tres pinchazos y descabello (silencio). David de Miranda: estocada que hace guardia y cinco descabellos (silencio). José Antonio Lavado (alternativa): estocada baja, pinchazo y media (ovación), y dos pinchazos y estocada (ovación). Saludó tras banderillear al segundo Javier Valdeoro. David de Miranda fue operado en la enfermería de la plaza de toros de “herida contusa de unos 8 cm en cara posterior de tercio superior de muslo izquierdo. Herida contusa de 5 cm en cara posterior de glúteo derecho sin afectación interna. Hematoma retroarticular derecho no expansivo. Pronóstico grave”.

Pero no han podido con el ímpetu de ese renacuajo de Benamocarra que todos los días cogía su bicicleta hasta Vélez para coger un autobús que lo llevara a la Escuela Taurina de la Diputación de Málaga. Lo tenía todo en contra, pero lo único que le sobraba era la ilusión de algún día tomar la alternativa en la plaza de sus sueños: La Malagueta.

El Pingarra como popularmente le decían sus vecinos, esos mismos que nunca han dejado de seguirle, se hizo mayor. El niño se hizo un hombre, pero el torero estaba dentro como el primer día. Y así, a base de esfuerzo, de tragar con ganaderías que nadie querría, llegó el 12 de agosto de 2023.

Se puede discutir mucho sobre si el cartel era el que habría merecido, pero a estas alturas lo importante es que ya estaba en su Málaga para tomar la alternativa, para convertirse en el primer matador de toros de la historia de la Axarquía.

Y saltó al ruedo Artillero, cárdeno con el número 90 y 510 kilos de la ganadería de Pallarés. Muy parado de salida, lo picó Paco Navarrete y lo lidió Alejandro Sánchez, a quien brindó el segundo de su lote. Completaron la cuadrilla los banderilleros Juan Carlos Rey y Emilio Bolaños, el picador Adrián Navarrete, su mozo de espadas Miguel Heredia y el ayuda Álvaro Amores.

Eran las 19.48 horas cuando José Garrido le cedía los trastos en presencia de David de Miranda. No tomaba un malagueño la alternativa en su plaza desde el lejano 15 de agosto de 2006 en que lo hiciera Joselito Ortega. Brindis a su padre que se encontraba en el tendido, y se dobla con él antes de sacárselo al tercio. La faena empezó a coger vuelo desde la primera tanda al natural, con ese desparpajo de siempre. Aprovechó las embestidas de un toro bonachón, pero sin el empuje para una faena cumbre. Con todo, y con un susto al resultar prendido sin consecuencias, el conjunto resultó vibrante por momentos. Lástima el mal uso de los aceros, pero quedaba la sensación de tener un torero preparado para el triunfo.

Vestido de celeste y oro, quería que la tarde pasara al recuerdo también por su contenido artístico. Le quedaba una bala con su segundo, un toro que embestía andando. Muy de su encaste, pero no ofrecía la más mínima emoción. Eso cuando andaba, porque terminó parado Y si no embiste el toro tiene que hacerlo el torero, como hizo un encorajado Lavado que se situó entre las encornaduras para robarle los medios muletazos de uno en uno. «¿Por qué no entraría la espada al primer intento en lugar de al cuarto?», se estará aún preguntando Lavado.

La segunda de abono de la Feria Taurina de Málaga 2023

El momento de la cogida de David de Miranda / Álex Zea

David de Miranda está en un momento de dulce. Lo demostró con el capote en su primero y desde la primera tanda del mismo, Templado, firme y con una lucidez que da gusto verlo torear. Un derrote seco del astado le prendió por la nalga, pero regresó más cruzado aún para jugársela a carta cabal. En su caso, fue la espada la que le quitó el premio, y el camino a pie fue el de la enfermería para explorar una posible cornada que, lamentablemente era confirmada y que obligaba a su intervención quirúrgica.

Esta circunstancia obligó a que José Garrido tuviera que matar tres toros. Ya en su primero lanceó con gusto exquisito a la verónica, recordando porqué es un torero de los que los aficionados no se cansan en esperar. La clase del pacense es indudable, y parecía que el Santa Coloma iba a dar opciones para una gran faena. En primeras instancias, tenía movilidad y transmisión, aunque también es cierto que fue parándose conforme avanzaba la lidia. Estuvo bien el diestro, sin terminar de dar un paso más, ofreciendo series con gusto por ambos pitones. Lo mejor fue la gran estocada, que resultó absolutamente decisiva para la concesión del trofeo.

La cara B llegaba en el cuarto, un toro bruto que embestía con la cara arriba y ante el que no se sintió a gusto en ningún momento. Tiró de oficio para sacarle los muletazos de uno en uno, siempre hacia fuera; y estando muy desacertado con los aceros. El sexto, debía ser el que decantara la moneda. La tarde estaba ya muy cuesta abajo, y la mansedumbre mostrada en los primeros tercios no invitaba al optimismo. No nos equivocamos y no pasó de un trámite tan triste que se olvidó todo lo bueno anterior.